Economía de la manipulación
Por: Fander Falconí //
Cuando cierto medio ‘independiente’ informa que Ecuador tiene el peor riesgo-país de la región, después de Venezuela, uno empieza a sospechar. Y cuando citan como fuente a J.P. Morgan, se entiende todo. Claro, los inversionistas confían en invertir en la actual Argentina, porque allá nadie les pedirá cuentas sobre su trato a los trabajadores locales. Si el libro La economía de la manipulación – Cómo caemos como incautos en las trampas del mercado hubiera sido escrito por un socialista, alguien podría pensar en un sesgo político. Pero si esa obra fue redactada por dos economistas prestigiosos norteamericanos, más parece una autocrítica del capitalismo. Vale leerlo, pues sus autores son dos premios Nobel de Economía, George Akerlof y Robert J. Shiller. Según estos economistas, no existe esa supuesta regulación automática del mercado, ciega como una ley física, la famosa ‘mano invisible’. Eso es mentira. Hay más bien un equilibrio manipulativo. Para vender, se utilizan manipulaciones emocionales y psicológicas. Aprovechando las debilidades del consumidor, las empresas obtienen ganancias. Y si es que no estaría aprovechando la empresa A, entonces lo haría la empresa B. Eso mueve la economía capitalista: la manipulación de nuestros deseos. ¿Se ha preguntado usted por qué siempre hay golosinas cerca de las cajas de los supermercados? o ¿por qué los gimnasios piden pagos adelantados, al menos de un mes más inscripción? En el primer caso, usted está esperando en la fila y la tentación tiene tiempo de atraerle. En el caso del gimnasio, muchos llegan con grandes expectativas el primer día y es fácil comprometer un pago, si creen que serán la ‘Roca’ en un mes. Pero esos son ejemplos en lo pequeño. Lo cierto es que a gran escala también somos manipulados por un mercado que no es ciego, sino muy observador. El engaño dirigido está presente en estos contextos económicos: publicidad, mercadeo, inmobiliarias, venta de automóviles, tarjetas de crédito, farmacéuticas, alimentos, vestuario, bebidas azucaradas, tabaco y muchos más. Los dos premios Nobel creen que el objetivo de un empresario es hacerle gastar al consumidor, como sea. Haciendo que un cachorrito triste le vea a uno tras la vitrina de la tienda de mascotas. O las gangas: cualquier cosa por un dólar (aunque ninguna necesitas). O las farmacéuticas que manipulan la salud con la complicidad del Gobierno estadounidense. También los políticos son manipuladores, en especial cuando nos hacen creer que fueron pobres que llegaron a ser ricos con su propio esfuerzo. “Somos mucho más ricos de lo que éramos en los años 30, pero también tenemos más necesidades que los mercados han inventado para nosotros”, aseguran. Los premios Nobel concluyen que lo que rige la economía es el equilibrio manipulativo, basado en nuestras debilidades. Sin embargo, estos economistas se quedan en la denuncia sin excavar la raíz. El capitalismo, por definición, es crecimiento al costo que sea. Esa es la raíz del problema. Y, por supuesto, falta ética donde hay engaño.
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